Las litografías son un ejercicio de buen hacer, creatividad y
fantasía surrealista con clarísima intención crítica
que merecieron estar representados (dos de ellas) en la sección
permanente de dibujos y grabados de la Sección de Artes Plásticas
en el Pabellón de París. Las litografías tratan
de criticar y mostrar ciertas lacras de la sociedad burguesa, algo así
como la “quinta columna” que anida en nuestras propias filas
y que va minando la moral y la fuerza: el izquierdista, el pesimista,
el rumor, el optimista, el turista, el espía, el derrotista,
el bulista, el estratega, el acaparador. Es una genial antología
de símbolos con un carácter crítico y mordaz que
va construyendo los personajes a base de los diferentes elementos que
componen esa ristra de males y lacras. El aspecto más evidente
es la claridad, la perfecta acentuación del dibujo con un claro
dominio de las líneas circulares y las forma esféricas
y, sobre todo, una gran nitidez acentuada y ayudada por un agudo contraste
de blancos y negros. En la primera página del álbum aparece
una crítica de ABC del año 1937 en el que se lee: “Puyol
parte casi siempre de un fondo fulgurante, cuya claridad viene a modelar
en sombras, medias tintas, luces, en volúmenes las figuras pobladas
de deformaciones, de monstruos de la vieja España”.
Efectivamente, el dibujo de Puyol parece tener volumen, pese a encontrarse
en un plano y sus formas van modelándose, más que dibujándose
de la mano de su autor.
Hay en estas láminas muy diversos elementos: algunos son totalmente
fantásticos, seres extraídos en s totalidad de una imaginación
crítica y corrosiva, aunque nunca espeluznante, sino satírica
y burlona; éstos son plenamente surrealistas. Hay otros en los
que apenas encontramos elementos extraños a la realidad, simplemente
una exaltación exagerada y deformante de elementos, gestos y
actitudes reales; éstos son expresionistas, de un expresionismo
satírico. No hay aquí nada de macabro ni torturado, como
es el caso del expresionismo alemán, sino que parece sentirse
en Puyol una mayor influencia del expresionismo belga. Según
opinión de Gasch: “El expresionismo flamenco constituye
más bien un retorno a un romanticismo popular muy sano y robusto,
sólido y que ante todo y sobre todo pugna por extraer de la realidad
cotidiana lo que encierra de más característico”.
Y, efectivamente, estas palabras concuerdan con las que, extraídas
de ABC, componen la primera página de Puyol: “En los dibujos
de Daumier, como en los de Puyol, alternan las figuras burlescas con
las figuras heroicas; la sátira y la épica”.
Pero volviendo a los dibujos, encontramos algunos de ellos, concretamente:
“El Pesimista”
,
“El Optimista”, “El Acaparador”, “El derrotista”
y “El Estratega”, en los que es evidente el carácter
expresionista con una exageración altamente expresiva de sus
vicios, especialmente en los rasgos de los rostros, como en “El
pesimista”, que lee las noticias en un periódico y los
ojos, la boca denotan horror; “El acaparador”, con una enorme
boca que abarca toda la cara y las manos monstruosas, peludas y con
largas uñas agarran con fuerza un saco de alimentos; “El
Optimista”, con bombo y platillo, el bombo atravesado por un obús;
“El derrotista”, con largos prismáticos por los que
ve las cosas del revés y el pelo erizado, se le confunde con
una sombra negra y sinuosa. Pero especial gracia tiene “El Estratega”,
un guardia civil amanerado que traza planos sobre una mesa; en este
caso se dibujan formas alargadas y sinuosas en lugar de las características
formas esféricas.
Las otras cinco láminas muestran, sin embargo, rastros claramente
surrealistas, creación absoluta de la imaginación en personajes
fantásticos producto de la metamorfosis y la invención.
Aquí Puyol a partir de ciertos elementos y formas, va construyendo
y creando personajes por medio de recursos formales del surrealismo.
“El izquierdista” resulta una figura plenamente satírica,
tiene cuatro brazos, dos de ellos levantan enormes puños cerrados,
los otros dos, uno extremadamente corto y el otro exageradamente largo,
agarran sus manos en señal de victoria. Lleva un gorro frigio,
símbolo de la república, su enorme nariz es también
un puño cerrado, en sus ropas, la hoz y el martillo y las estrellas
de cinco puntas, es decir, está lleno de símbolos externos
de la izquierda; sin embargo, una de sus piernas es un tronco de árbol,
bien amarrado a tierra y en el centro del cuerpo, a través de
un agujero, podemos observar su verdadera naturaleza: un gordo burgués,
con sombrero de copia bien arrellanado en su sillón.
“El Turista” es otro siniestro y extraño personaje,
sentado en el borde del mar con los pies en el agua y de espaldas al
fuego que aparece incendiar España, no tiene ojos, son sólo
dos manchas negras, en los oídos enormes tapones de corcho y
un gran candado atraviesa sus labios. Es la ceguera y la actitud sorda
y callada de muchas naciones ante la guerra civil.
Mayor
interés encierran los tres últimos grabados, pues en ellos
encontramos más destacadamente las connotaciones surrealistas.
“El Bulista” es un ser extraordinario y monstruoso, una
especie de dragón serpiente, con manos humanas, sacando su enorme
lengua de la que brotan globos, los bulos, y que se abate sobre la ciudad.
Es un auténtico producto de pesadilla donde parece acentuarse
la sensación de abandono y soledad de esa ciudad deshabitada
y que nos recuerda ciertos aspectos de la pintura metafísica.
“El Espía” es otro personaje repugnante y putrefacto
en cuya composición utiliza Puyol el “carnuzo”, esas
llagas asquerosas y sangrantes como símbolo de la corrupción;
sus ojos desorbitados se disparan hacia fuera como balas de cañón
y sus grandes orejas adquieren extraordinarias dimensiones; esta repulsiva
cabeza finaliza con una antena de radar. Más elementos plenamente
surrealistas aparecen en “El Rumor”, una descomunal cabeza
ovoide llena de labios femeninos que disparan los rumores, cuyos ecos
penetran por las ventanas de unos fantasmales edificios; el cuerpo miserablemente
pequeño, tienen alas en lugar de brazos y también alas
en las piernas.
Josefina
Alix
Estas mismas litografías sirvieron para la confección
de carteles editados para el Socorro Rojo Internacional.