AÑOS 1936-1939. CARTELES. PRENSA GRÁFICA |
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“PUYOL
O EL ARTE DE LA DISTORSIÓN” |
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CARMEN
GRIMAU (Carteles) Catálogo Algeciras 1981 |
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Inconfundible pues, esta mano ágil y serena que capta en y para el preciso instante la dimensión social del entramado político en juego. Inconfundibles la contundencia de los trazos gruesos y sólidos de su lápiz oscuro, la rotunda fuerza de los contornos, la rigurosa precisión y calculada proyección de elementos obsesivos y fantasmáticos que todo miedo genera. Puyol y el cartel social son indisociables; y, con una férrea convicción altruista de servir, de ser un generoso productor de un arte -circunstancialmente- útil e –ineludiblemente volcado hacia y para el pueblo, Puyol repite en 1936 la experiencia que a lo largo de los años de República había iniciado. Porque, efectivamente, dentro del ámbito social toma cuerpo la producción cartelística de Ramón y tendríamos que precisar que su cartel de guerra abarca lo específicamente "ciudadano", o si se prefiere la problemática cívica. Ciertamente nos estamos basando para ilustrar esta especialización cartelística en la serie producida para el Socorro Rojo Internacional (S.R.I.), fechada en torno al 37 en donde el factor protección/conservación/supervivencia/resistencia/, tanto en el ámbito meramente físico como en el de resistencia moral, iba a convertirse -en la retaguardia- en una constante política para transformarse, luego, en psicosis obsesiva y terrorífica hasta el final de la guerra. Estos carteles destinados a la población civil esconden -bajo una engañosa simplicidad, un aparente esquematismo, una inevitable superficialidad de la forma -puerilidad diríamos, debido al grotesco y al burdo tratamiento de lo representado-, una compleja y oscura lectura del entramado político especificamente agriado en 1937. Y esta aparente "inocencia" del mensaje en carteles como "El Bulista", "El Pesimista", "El Espía", "El Izquierdista" etc..., La fuerza de sus carteles radica precisamente en el efectismo de su trabajosa técnica. Y, la fuerza de la técnica tampoco es ajena a la interpretación positiva y moral que late en el corazón y que está en la base del proyecto artístico de nuestros cartelistas republicanos. Hay algo dramáticamente español en el arte de Ramón Puyol. Algo específicamente hispano que podría definirse en esta inseparable dualidad entre destrucción/regeneración. Esto que V. Macho apuntaba cuando comparaba los testimonios gráficos de Goya de la Guerra de la Independencia con los testimonios de Puyol en esta constante y titánica lucha para alcanzar la "gloriosa muerte y recuperación de España". Este carácter de lucha epopeya formaba inevitablemente parte del pograma cartelístico de los artistas, y Puyol con su inconfundible "gusto por los símbolos, las alegorías, los emblemas, las moralidades", no podía escapar a este espejismo, a esta eterna ficción que define el drama, la constante lucha hacia la búsqueda de nuestra identidad. Algo muy español este machacamiento obsesivo consistente en urgar en la historia para encontrar una posible salvación. Quizás sólo quede ahora de todo ello, en estos carteles, la plasmación de estos momentos patéticos y dolorosos del quebrantamiento ideológico, la visión de un país incesantemente desgarrado y enfrentado siempre. Espantosa y abyecta proyección de imágenes demasiado reales como para pensarlas solamente creadas por una mente fantásticamente maginativa. Miedos demasiado cercanos y monstruos todavía no olvidados y tristemente presentes como para no creer en ellos... Y, en los carteles, magníficos y terribles a la vez, de Ramón hoy, quizás, más que nunca comprendemos el sempiterno laberinto en el que nos vemos una y otra vez envueltos. |
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