AÑOS 1936-1939. CARTELES. PRENSA GRÁFICA |
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Presentación
de las 32 láminas.
Frente Rojo año 37. Texto de Victorio Macho. |
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NUESTRO
PUYOL |
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La obra fuerte, vigorosa y plena de actualidad de nuestro camarada Puyol no es de hoy, ni siquiera de ayer. Su raigambre proletaria ha ido dejando huellas en el campo de las vicisitudes populares. Cada estremecimiento popular está registrado en fondos de vida y formas nuevas, tan nuevas como lo eran los retazos sociales que palpitaban en sus dibujos. Hay arte proletario, como hay vida proletaria, como hay drama y lucha proletaria. Toda la labor enorme de Puyol es esto: pueblo. Hoy nos presenta el compañero Puyol 32 láminas. Todas ellas constituyen un solo episodio: la guerra. Cada una de ellas forma un eslabón de la cadena de la emancipación popular española. Ahí esta el proletario, pleno de objetivos, enhiesta la bandera de la vanguardia política. Rudo por la dureza de su trabajo productivo y rudo por la crudeza de su rebeldía e ideología. El lápiz de Puyol ha sabido darle los tonos vigorosos de su moral y de su cuerpo. Sus creaciones tienen dinamismo, acción palpitante. Ahí está el campesino andaluz, seco y taciturno. No hay nada en él de coplero, de guitarrista, de gracia frívola. Puyol no exporta campesinos “quinterianos”. La cólera del auténtico dibujante de la revolución anima el papel con campesinos saturados de odio a la injusticia, a la explotación. Campesinos arrancados del surco con la señal viva de la tierra en la frente. Campesinos silueteados por firmeza de su lucha y de su victoria, promesa de futuro sano y civilizador. Son, bajo el lápiz de nuestro compañero, la historia de las luchas campesinas levantada hoy contra los sojuzgadores: son el ademán airado de una tierra que se redime. Ahí está el burgués bárbaro y retrógrado. El burgués de Puyol se ha hecho ya popular. Toda su psicología brutal adquiere su mayor exponente bajo el arte de Puyol. Es el explotador, el productor del paro, del hambre; es el gendarme horrible del bienestar y de la libertad del pueblo. El dibujo revolucionario de Puyol nos presenta al capitalista, al fascismo, a la reacción, bajo su verdadera fisonomía social. Instintivamente se le odia y repudia a la sola contemplación. El arte de Puyol nos muestra una segunda faceta inseparable en un dibujo revolucionario: la crítica, la sátira, el humor sangriento. Sus ocho grandes láminas son la palestra de los detritus sociales, de los emboscados, de todos aquellos que esconden su perfidia en el oleaje de la guerra. El fascista, el bulista, el pesimista, el optimista y ese magnífico estratega son una obra maestra en ejecución y en humor. Humor agrio español. La historia de la guerra civil española queda en estas dos obras aprisionada, detenida, viva y sentida siempre. Ese es el arte proletario. Ese es el arte de guerra. La eficacia de la labor de nuestro compañero no se limita a presentar al futuro las tonalidades dramáticas de nuestra lucha. Su fuerza sugestiva es más amplia. Quien haya seguido los trazos del lápiz de Puyol habrá sentido el estremecimiento de la contienda y se habrá grabado en su cerebro la orientación del momento. Puyol fustiga, orienta y combate. ¿Artísticamente?. Ya está dicho. Ha logrado su objetivo. No es un dibujante de taller. Es un dibujante de calidad, con técnica sobria y limpia. Nada en él hay de habilidad de taller. Sus dibujos nos muestran un estilo depurado, desenvuelto, sin modos cerebrales. Ha sabido desdoblar su estilo, como nos lo prueban esos dos dibujos que enjuiciamos. Las 32 láminas tienen modos rápidos, firmes , de apunte vigoroso. Los ocho dibujos son más acabados, más completos artísticamente, con formas nuevas de ejecución. Puyol es, indudablemente, el dibujante de la revolución. |
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