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Ramón
Puyol Román |
Van
a cumplirse ocho años del fallecimiento de Ramón
Puyol en Algeciras. Los que tuvimos el privilegio
de conocerlo a partir del regreso a su ciudad en 1973, los que, en los
escasos ocho años de convivencia entre nosotros luego de una
vida azarosa, comprometida, muy dura en ocasiones, fuimos sus amigos
y gozamos de su presencia, de su conversación inagotable, de
su obra, de su magisterio en fin, podemos con nostalgia recordar al
amigo, al artista, al ser humano entrañable que siempre fue.
Ramón nació en Algeciras en 1907. Tuvo
una niñez feliz en lo que entonces era un pueblo apacible y en
el que su familia era conocida. Recordemos a su tío José
Román, personaje popular donde los hubiera, artista
también en gran medida y muy posible inspirador en parte de la
vocación de su sobrino. Desde pequeño, manifestó
su interés y su disposición para el dibujo y la pintura.
Sin renunciar seguramente a los juegos de su edad. Ramón,
sin embargo, encontraba tiempo para dedicarse a lo que le gustaba. Sólo
tenía trece años cuando, con la inicial oposición
de su familia que no obstante acabó cediendo a sus deseos, se
trasladó a Madrid, y pudo, falsificando su edad en los documentos,
ingresar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. A partir
de ahí se sucederían los acontecimientos de manera vertiginosa.
Becado en Roma a los diecinueve años marcha posteriormente
a París donde se produjo un encuentro que hubo de ser
providencial para la actividad posterior de Ramón
como cartelista: el conocimiento y la amistad con Cassandre,
el maestro del “affiche”.
En 1933, luego de una temporada en Londres, regresa
a Madrid. A su formación académica en
la Escuela de Bellas Artes complementada con la visita a los
museos italianos, el artista algecireño añadió
la puesta al día que supone el conocimiento de los que se cocía
en París en torno al cubismo y el expresionismo.
A partir de ahí, Ramón frecuenta con
Madrid los círculos literarios, teatrales, pictóricos.
Su actividad se diversifica. Es la época en la que se convierte,
junto con Renau, Monleón o Maroto, en uno de
los portadistas de libros más conocidos del momento. Sus colaboraciones
con las editoriales Renacimiento, Cenit, Mundo Nuevo, Oriente, y sus
colaboraciones gráficas en revistas de la época como La
Esfera y Mundo Gráfico, hacen de su característica firma
un grafismo conocido y solicitado entre los autores que exigen que sea
Ramón Puyol quien ejecute las portadas de sus libros.
Su mujer y su hija siguen coleccionando con paciencia y amor todas las
portadas, y habrá de llegar la ocasión propicia de mostrarlas
aquí en Algeciras junto con la obra cartelística de Ramón,
ya insinuada en la exposición-homenaje de 1981.
Alrededor de 1930 comienza también la actividad política
de Puyol. Su militancia en el Partido Comunista, le lleva a colaborar
durante la República y la Guerra Civil en publicaciones como
Mundo Obrero, Octubre y Altavoz del Frente. En este período convulsivo
y agitado de nuestra historia más reciente, la obra de Ramón
Puyol constituyó un conjunto de una riqueza y originalidad extraordinarias.
Recordemos la serie que produjo para el Socorro Rojo Internacional con
títulos como “El Bulista”, “El Pesimista”
“El Espía” ..., carteles que, como, nos recordaba
Carmen Griamau, “ ... esconden -bajo la engañosa
simplicidad, un aparente esquematismo, una inevitable superficialidad
de la forma- una compleja y oscura lectura del entramado político
específicamente agriado en 1937”.
Durante estos años la actividad de Ramón Puyol no estuvo
únicamente circunscrita a una labor de portadista y cartelista.
Realizó exposiciones individuales y colectivas, y su nombre apareció
ligado al grupo de los Barral, Mateos,
Castelao, Arteta, Alberti y
Maruja Mallo entre otros. Ejecutó bocetos y decorados
para “Asturias” de César Falcón, viajó
a la Unión Sovietica donde hizo bocetos para la escenificación
de “La Chinche” de Mayakovsky y realizó estudios
de escenografía teatral y cinematográfica. Se ocupó
asimismo de los decorados y puesta en escena de “Fermín
Galán” de Rafael Alberti y en la
Exposición Internacional de París de 1937, junto
a la obra de Alberto, de Picasso con su “Guernica”,
y de otros artistas españoles luchadores por la República,
hubo un mural suyo en el Pabellón Español.
El fin de la guerra civil le sorprendió en Valencia, en donde
se encontraba trabajando en su cometido de Agitación y Propaganda.
Volvió a Madrid, ingenuamente, como le gustaba contar, y pensando
que no habría cargos serios contra él. Pero la realidad
fue muy otra. Fue detenido y condenado a muerte.
La intercesión de amigos influyentes en el bando nacionalista,
personas conocidas, gente del mundo de la cultura, consiguió
que la pena de muerte le fuera conmutada por la treinta años
de cárcel. Conoció las cárceles de la posguerra.
Porlier, Las Salasas, Yeserías, los sótanos de Gobernación
en la Puerta del Sol ... Ramón en la cárcel se convirtió
inevitablemente en notario del dolor y la desesperación. Sus
cuadernos de dibujo se llenaron de escenas sombrías, de rostros
sin futuro.
Preso aún, en 1945 se le encarga la restauración de frescos
de Tiépolo y Maella en El Escorial. Encaramado a los altísimos
andamios mientras sus pinceles recomponen lo que el tiempo destruyó
en la obra de los maestros, la libertad parece más próxima,
posible al menos. Efectivamente, gracias a su trabajo de restaurador
en el Monasterio fue liberado un año más tarde con la
condición de no abandonar Madrid hasta el fin de los años
de condena.
Ramón casó por segunda vez –su primera mujer había
fallecido en accidental de automóvil-, y comenzó para
él una nueva etapa en su vida.
Vendrían las exposiciones en Buchholz, las portadas para EDIME,
las restauraciones, los encargos de series de acuarelas y óleos
para diversos países de América, hasta que, en 1973, y
luego de una seria convalecencia por motivos de salud, vuelve a su Algeciras
natal.
Aquí se produce el reencuentro con sus raíces, con la
luz del sur nuevamente, y el calor del afecto de viejos amigos, y de
amigos nuevos, hacen rebrotar en él energías juveniles.
Se suceden las exposiciones, los encargos, los homenajes a su persona
y a su obra. Parece sacar fuerzas inusitadas de una salud que no es
muy buena.
Años después, en 1981, un último cuadro inacabado,
queda en el caballete.
Sin las urgencias de la exposición-homenaje de meses antes de
su muerte. Algeciras (¿Madrid? ¿España? Nuestro
país) necesita que una muestra completa de su obra, en todas
sus facetas, nos enseñe quien fue Ramón Puyol y qué
ha supuesto para el conjunto del arte español de este siglo.
Estamos seguros de la completa disponibilidad de su familia, y corresponde
a nuestros responsables culturales el ofrecer el marco adecuado y el
montaje y organización necesarios para que una importante colección
de su trabajo se convierta en patrimonio de todos los españoles.