Años 1981 y 1993: homenajes.
“RAMÓN PUYOL: UNA REVISIÓN NECESARIA”
Texto de Rafael García Valdivia. Mayo de 1989. Europa Sur
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Ramón Puyol Román

  Van a cumplirse ocho años del fallecimiento de Ramón Puyol en Algeciras. Los que tuvimos el privilegio de conocerlo a partir del regreso a su ciudad en 1973, los que, en los escasos ocho años de convivencia entre nosotros luego de una vida azarosa, comprometida, muy dura en ocasiones, fuimos sus amigos y gozamos de su presencia, de su conversación inagotable, de su obra, de su magisterio en fin, podemos con nostalgia recordar al amigo, al artista, al ser humano entrañable que siempre fue.
Ramón nació en Algeciras en 1907. Tuvo una niñez feliz en lo que entonces era un pueblo apacible y en el que su familia era conocida. Recordemos a su tío José Román, personaje popular donde los hubiera, artista también en gran medida y muy posible inspirador en parte de la vocación de su sobrino. Desde pequeño, manifestó su interés y su disposición para el dibujo y la pintura. Sin renunciar seguramente a los juegos de su edad. Ramón, sin embargo, encontraba tiempo para dedicarse a lo que le gustaba. Sólo tenía trece años cuando, con la inicial oposición de su familia que no obstante acabó cediendo a sus deseos, se trasladó a Madrid, y pudo, falsificando su edad en los documentos, ingresar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. A partir de ahí se sucederían los acontecimientos de manera vertiginosa. Becado en Roma a los diecinueve años marcha posteriormente a París donde se produjo un encuentro que hubo de ser providencial para la actividad posterior de Ramón como cartelista: el conocimiento y la amistad con Cassandre, el maestro del “affiche”.
En 1933, luego de una temporada en Londres, regresa a Madrid. A su formación académica en la Escuela de Bellas Artes complementada con la visita a los museos italianos, el artista algecireño añadió la puesta al día que supone el conocimiento de los que se cocía en París en torno al cubismo y el expresionismo.
A partir de ahí, Ramón frecuenta con Madrid los círculos literarios, teatrales, pictóricos. Su actividad se diversifica. Es la época en la que se convierte, junto con Renau, Monleón o Maroto, en uno de los portadistas de libros más conocidos del momento. Sus colaboraciones con las editoriales Renacimiento, Cenit, Mundo Nuevo, Oriente, y sus colaboraciones gráficas en revistas de la época como La Esfera y Mundo Gráfico, hacen de su característica firma un grafismo conocido y solicitado entre los autores que exigen que sea Ramón Puyol quien ejecute las portadas de sus libros.
Su mujer y su hija siguen coleccionando con paciencia y amor todas las portadas, y habrá de llegar la ocasión propicia de mostrarlas aquí en Algeciras junto con la obra cartelística de Ramón, ya insinuada en la exposición-homenaje de 1981.
Alrededor de 1930 comienza también la actividad política de Puyol. Su militancia en el Partido Comunista, le lleva a colaborar durante la República y la Guerra Civil en publicaciones como Mundo Obrero, Octubre y Altavoz del Frente. En este período convulsivo y agitado de nuestra historia más reciente, la obra de Ramón Puyol constituyó un conjunto de una riqueza y originalidad extraordinarias. Recordemos la serie que produjo para el Socorro Rojo Internacional con títulos como “El Bulista”, “El Pesimista” “El Espía” ..., carteles que, como, nos recordaba Carmen Griamau, “ ... esconden -bajo la engañosa simplicidad, un aparente esquematismo, una inevitable superficialidad de la forma- una compleja y oscura lectura del entramado político específicamente agriado en 1937”.
Durante estos años la actividad de Ramón Puyol no estuvo únicamente circunscrita a una labor de portadista y cartelista. Realizó exposiciones individuales y colectivas, y su nombre apareció ligado al grupo de los Barral, Mateos, Castelao, Arteta, Alberti y Maruja Mallo entre otros. Ejecutó bocetos y decorados para “Asturias” de César Falcón, viajó a la Unión Sovietica donde hizo bocetos para la escenificación de “La Chinche” de Mayakovsky y realizó estudios de escenografía teatral y cinematográfica. Se ocupó asimismo de los decorados y puesta en escena de “Fermín Galán” de Rafael Alberti y en la Exposición Internacional de París de 1937, junto a la obra de Alberto, de Picasso con su “Guernica”, y de otros artistas españoles luchadores por la República, hubo un mural suyo en el Pabellón Español.
El fin de la guerra civil le sorprendió en Valencia, en donde se encontraba trabajando en su cometido de Agitación y Propaganda.
Volvió a Madrid, ingenuamente, como le gustaba contar, y pensando que no habría cargos serios contra él. Pero la realidad fue muy otra. Fue detenido y condenado a muerte.
La intercesión de amigos influyentes en el bando nacionalista, personas conocidas, gente del mundo de la cultura, consiguió que la pena de muerte le fuera conmutada por la treinta años de cárcel. Conoció las cárceles de la posguerra. Porlier, Las Salasas, Yeserías, los sótanos de Gobernación en la Puerta del Sol ... Ramón en la cárcel se convirtió inevitablemente en notario del dolor y la desesperación. Sus cuadernos de dibujo se llenaron de escenas sombrías, de rostros sin futuro.
Preso aún, en 1945 se le encarga la restauración de frescos de Tiépolo y Maella en El Escorial. Encaramado a los altísimos andamios mientras sus pinceles recomponen lo que el tiempo destruyó en la obra de los maestros, la libertad parece más próxima, posible al menos. Efectivamente, gracias a su trabajo de restaurador en el Monasterio fue liberado un año más tarde con la condición de no abandonar Madrid hasta el fin de los años de condena.
Ramón casó por segunda vez –su primera mujer había fallecido en accidental de automóvil-, y comenzó para él una nueva etapa en su vida.
Vendrían las exposiciones en Buchholz, las portadas para EDIME, las restauraciones, los encargos de series de acuarelas y óleos para diversos países de América, hasta que, en 1973, y luego de una seria convalecencia por motivos de salud, vuelve a su Algeciras natal.
Aquí se produce el reencuentro con sus raíces, con la luz del sur nuevamente, y el calor del afecto de viejos amigos, y de amigos nuevos, hacen rebrotar en él energías juveniles. Se suceden las exposiciones, los encargos, los homenajes a su persona y a su obra. Parece sacar fuerzas inusitadas de una salud que no es muy buena.
Años después, en 1981, un último cuadro inacabado, queda en el caballete.
Sin las urgencias de la exposición-homenaje de meses antes de su muerte. Algeciras (¿Madrid? ¿España? Nuestro país) necesita que una muestra completa de su obra, en todas sus facetas, nos enseñe quien fue Ramón Puyol y qué ha supuesto para el conjunto del arte español de este siglo. Estamos seguros de la completa disponibilidad de su familia, y corresponde a nuestros responsables culturales el ofrecer el marco adecuado y el montaje y organización necesarios para que una importante colección de su trabajo se convierta en patrimonio de todos los españoles.

Homenaje Algeciras
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Rafael García Valdivia. 1989.